Les hommes sont plus les fils de leurs temps que de leur père[1]
Proverbio árabe, citado por Marc Bloch

Hoy en día términos como “boomer”, “millennial” o “zoomer” sirven para clasificar a las personas, al igual que elementos como el género o la nacionalidad. La adscripción a una generación (también designadas por el término “cohorte”) designa el momento del nacimiento, pero también lleva consigo una serie de implicaciones culturales e ideológicas que sobrepasan la mera coordenada. A los miembros de una generación se les atribuye unos rasgos comunes entre sí, y diferentes entre una generación y otra.
A pesar de que este es un concepto sencillo de entender y de que la “generacionología” es empleada a diario por el común de los mortales, no resulta tan fácil determinar qué generaciones existen, y mucho menos establecer una clasificación exhaustiva. Podemos encontrar un intento en Generations, de Strauss y Howe (1991), que clasifica toda la historia de EEUU e Inglaterra en base a generaciones, remontándose hasta la “generación artúrica” (1433-1460). En obras posteriores, Straus y Howe han ampliado esta teoría, proponiendo una teoría de ciclos históricos a partir de la cual entender toda la historia y hasta predecir el futuro.
Sin embargo, el problema de esta teoría, y de otras, es que no es posible verificarla y, por tanto, es acientífica. Puede sin duda servir de objeto de reflexión, tanto más cuando combina elementos reales e históricos con visiones de la historia que, por ser interpretaciones, no son verificables ni rebatibles. En todo caso, ilustra el carácter eminentemente retrospectivo del estudio de las generaciones, puesto que éstas generalmente no se autodeterminan, siempre que las describen otros, más mayores, aunque sea posible reivindicar la propia.
No obstante, ello no implica necesariamente que el concepto de generación sea inservible, o que, simplemente, no exista. A continuación, ofreceremos una serie de reflexiones sobre dicho concepto, así como sobre elementos asociados a este, y sus implicaciones.
Históricamente, ha existido una mínima conciencia generacional, en lo esencial comparativa, de respeto a las generaciones anteriores y desdén a las venideras, o lo contrario (tal y como expresa el contemporáneo “ok boomer”): es el “generacionismo”, la creencia de que una generación es inherentemente superior a otra. Por ejemplo, encontramos en la Antigüedad afirmaciones de Sócrates y Hesíodo que censuran a la juventud, acusándola de ser frívola e irrespetuosa, y que pretenden que las nuevas generaciones son peores que las anteriores (Politikon, 2017). El ver con malos ojos los comportamientos propios de la juventud tiene hasta un término específico: “Juvenoia”.
Las relaciones jerárquicas que pueden darse en el seno de una familia explican gran parte de las dinámicas de poder generacionales: es decir, no juega únicamente el elemento cronológico sino que se deben principalmente a la posición de los individuos dentro de una unidad familiar (si son ascendientes o descendientes, y en qué grado). Aun así, estas jerarquías son complementarias a las delimitaciones generacionales habituales, puesto que estas últimas se basan, en gran medida, en que los miembros de una generación son hijos de la anterior o de la penúltima. Además, la conciencia de que los seres humanos ejercemos roles sociales distintos según nuestra edad no es en absoluto nueva, y ya desde los romanos encontramos clasificaciones de las diferentes etapas de la vida, siendo el concepto de “edades de la vida” muy importante en la Edad Media (Ariès, 1975).
La idea de que cada generación sea genuinamente distinta de las anteriores tampoco es reciente. En su influyente ensayo El problema de las generaciones, Karl Mannheim ([1928] 1993), plantea la cuestión de cómo los cambios generacionales moldean la sociedad, pues cada generación trae consigo el espíritu de su tiempo (Zeitgeist), distinto al de las anteriores generaciones. Si bien la idea de Mannheim no es nueva (pues él mismo cita en su ensayo referencias más antiguas, como David Hume o Auguste Compte), de él parten numerosos trabajos que se han interesado por las diferencias entre generaciones.
Más adelante, Norman Ryder (1965) volvió a reivindicar el concepto de cohorte, considerándolo una categoría de análisis tan útil para entender la realidad social como la clase social, especialmente para analizar los cambios sociales. A partir de ahí, encontramos numerosos trabajos en ciencias sociales que demuestran la importancia de la renovación generacional sobre el cambio social, siendo los de Ronald Inglehart los más influyentes (1977, 1991).
Imagen 2. Efecto boomerang o posible respuesta al “ok boomer”

Usar el término “generaciones” implica asumir la existencia de periodos acotados en el tiempo. La cuestión es entonces cómo definir las fechas de inicio y fin.
Aunque determinados eventos como las dos guerras mundiales o la última revolución tecnológica representan hitos históricos de importancia incontestable, resulta complejo, en primer lugar, definir el valor de cada evento, y, en segundo lugar, delimitar sus consecuencias y ponderarlo. Prueba de ello es que no existen definiciones unívocas de las generaciones. Cabría preguntarse si es realmente posible realizar un corte que pretenda englobar al grueso de un grupo de personas con características similares otorgadas por sus coordenadas temporales. Y si no cupiera duda de que estos grupos existen, dado que existen eventos que jalonan el curso de historia, alteran las condiciones materiales y fijan valores éticos propios a un tiempo: ¿existiría una forma certera de acotar dichos conjuntos? ¿por qué se decide priorizar determinados eventos y negligir otros?
Existen numerosos ejemplos de intentos de catalogación teniendo en cuenta las cuestiones anteriores. Sirva de muestra la siguiente tabla, elaborada por Carol Galais (profesora de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra, y una de las referentes en España en cuanto al estudio de las cohortes) a partir de diversas fuentes, y en la cual podemos ver una recopilación de tipologías de generaciones, que con frecuencia se solapan entre sí:
Tabla 1. Diversas clasificaciones de generaciones, recopiladas por Carol Galais
Nombre | Nacidos entre… | y… | Tienen/tendrían hoy entre… | y… | Experiencias y rasgos definitorios |
La generación perdida (IGM) | 1890 | 1915 | 106 | 131 | |
La generación de entreguerras | 1901 | 1913 | 108 | 120 | |
La Gran generación | 1910 | 1924 | 97 | 111 | Depresión: patriotas, más trabajadores que hedonistas y con sentido del deber. |
La generación silenciosa | 1925 | 1945 | 76 | 96 | Postguerra. Crecieron temiendo la guerra nuclear y valoran la Seguridad, el confort y son muy familiares. |
Los baby boomers | 1946 | 1964 | 57 | 75 | |
Boomers II/ Generation Jones | 1955 | 1965 | 56 | 66 | Post watergate. Sida. No tuvieron las cosas tan fáciles como los anteriores. |
La generación X | 1965 | 1979 | 42 | 56 | Generación «vacía». Los más escépticos, abstencionistas, y educados. Vieron caer el muro de Berlín y recuerdan Tiananmen y la Guerra del Golfo. |
Xennials | 1975 | 1985 | 36 | 46 | Los millennials más viejos. No usan las redes sociales para emparejarse, por ejemplo. |
Generación Y/ (Millennials?) | 1980 | 1994 | 27 | 41 | Los más numerosos después de los Baby boomers. Más diversos, y criados por padres permisivos. Según Masnick, no existen, es un artefacto hasta que surgió algo que realmente separó las cohortes. |
Millennials | 1982 | 2004 | 17 | 39 | Entitlement… Según Strauss, son los nacidos entre 1982 y 2004. Crecieron con el lema «puedes ser lo que quieras» (sin probarlo) y su vida es una constrante frustración. Influenciados por los reality shows. |
Generación Z/Igen/Centennials | 1995 | 2012 | 9 | 26 | Primeros nativos digitales. Los mayores crecieron a la sombra del 11S. Más precavidos, clásicos y serios, no han crecido pensando que son especiales. |
Gen Alpha | 2013 | 8 |
Esta tabla ilustra maravillosamente la complejidad de encontrar un corte funcional y operativo, puesto que todas las fronteras cronológicas albergan cierta dosis de arbitrariedad. Siempre puede argüirse que otro evento, acaecido uno o dos años después que el tomado como referencia, es más importante (ej.: la salida al mercado del primer iPhone en 2007 -vs- la elección de Obama en 2008). En el caso de la generación X, suele considerarse que comienza hacia el año 1965 y acaba en 1979. Se produce por lo tanto un solapamiento con las generaciones X y Y: existen las denominadas “cúspides”, como por ejemplo la generación “xennial”, los nacidos entre 1975 y 1985
Dada la dificultad de establecer un límite claro, se podría llegar a la conclusión de que de todas formas, la metodología de demarcación de las generaciones es inconsistente e incluso arbitraria, puesto que no existe una forma universal de delimitarlas, ni una fórmula válida siempre, al igual que ocurre al intentar dividir a la población en franjas de edad (Percheron, 1988). Además, es muy posible que el curso de la historia altere las definiciones con las que trabajamos hoy.
Ello podría conducirnos a la falacia del continuo, que se da cuando existen dos elementos bien diferenciados pero la transición entre ellos es gradual, tanto como para no poder distinguir correctamente entre dos puntos cercanos. Debido a dicha confusión, en ocasiones se asume que dado que es complejo establecer un punto de inflexión, no existe posibilidad de distinguir entre los dos extremos que marcan el límite del continuo. No obstante, que el objeto de estudio se caracterice por su gradualidad no significa que no exista tal diferencia. En definitiva, no es argumento suficiente para concluir que no existen las generaciones, aunque sí para matizar la validez de las distintas clasificaciones.
Mostramos a continuación un ejemplo mediante el cual se puede apreciar, en un caso concreto, la arbitrariedad de las divisiones generacionales. El gráfico 1 muestra el porcentaje de españoles que, en 2020, se define como feminista en cada cohorte, partiendo de una división con solo dos cohortes.
El interés del gráfico 1 proviene del ejercicio teórico que representa: en él, mostramos los resultados de diez delimitaciones generacionales distintas; cada una de ellas tiene solo dos cohortes, una mayor y otra menor, separadas por el punto de corte indicado. Así, las dos primeras barras indican el porcentaje de personas que se autodefinen como feministas si ponemos como punto de corte el haber nacido antes o después del 1 de enero de 1971; las dos siguientes, el mismo porcentaje, pero tomando 1972, y a partir de ahí 1973, 1974… hasta llegar a 1980.
Hemos escogido analizar el nivel de feminismo, pues los valores son un atributo con un carácter generacional ampliamente documentado, pues las cohortes, una vez que han adquirido unos determinados valores, tienden a mantenerlos estables durante toda su vida (Sears, 1983), y porque está documentado que, en España, cada nueva generación tiene actitudes más favorables a la igualdad de género (Díez Nicolás, 2020). Una amplia literatura muestra que los valores son un elemento social en el cual, si bien hay diferencias significativas entre una generación y otra, cambia de forma gradual, como es el caso para la mayoría de grandes cambios sociales que no se debe a un acontecimiento concreto y delimitado en el tiempo, sino a un proceso difuso y extendido (Abramson, 2014; Inglehart, 1991).
Gráfico 1. Porcentaje de personas por cohorte que se autodefine como feminista, usando diferentes puntos de corte

¿Qué aprendemos del gráfico 1? Que las diferencias son graduales, no existen cortes bruscos. La división que escojamos cambiará las cosas en la medida en que las personas nacidas más tarde se definen como más feministas, por lo que al escoger un corte más reciente, se excluye a más gente mayor, lo que hace que automáticamente la cifra relativa de feministas dentro del grupo sea mayor.
Lo demostrado con el ejemplo anterior no excluye que, puntualmente, podamos encontrar casos de puntos de cortes claros. Por ejemplo, si observásemos la tasa de mortalidad de los hombres franceses nacidos antes o después de 1898 durante el periodo 1914-1918, notaríamos grandes diferencias. ¿Por qué? Porque entre tales fechas se desarrolló la Primera Guerra Mundial, durante la cual todos los hombres sanos de entre 20 y 40 años debían partir al frente, con la gran probabilidad de morir que ello implicaba. Los hombres nacidos en 1899 no alcanzaron la edad de conscripción a tiempo de ser enviados a la guerra, con lo que su esperanza de vida era mucho mayor que la de los hombres nacidos solo unos meses antes que ellos.
Sin embargo, el ejemplo anterior no debe hacernos perder de vista que un acontecimiento como una guerra es un fenómeno social de “alta intensidad”, delimitado en el tiempo y claramente definido en lo que concierne a la variable analizada (la mortalidad). Pero muchos acontecimientos sociales, incluyendo aquellos que producen grandes cambios a largo plazo y diferencias entre cohortes no suceden así, sino que por el contrario son graduales y difusos, pudiendo marcar inconscientemente a los individuos (Tiberj, 2017, p. 19)[2].
Pese a la dosis de arbitrariedad que implica todo corte, la coordenada cronológica arroja luz sobre un conjunto de características culturales compartidas, posiblemente incluso ideológicas y que se traducen en estilos de vida, de consumo, de comportamiento electoral o actitudes ante la sociedad específicas. No obstante, cabría preguntarse si tienen más en común dos personas nacidas en 1981 y 1983, respectivamente (“millennials”), con niveles de renta significativamente distintos, o dos personas nacidas en 1979 y 1981 (“gen Xer” y “millennial”) con una adscripción socioprofesional e ingresos similares. La generación es una característica social entre otras, cuya influencia se entremezcla con las demás. La cuestión es si, siendo el resto de cosas iguales, la generación produce efectos por sí sola.
En efecto, al emplear el término “generación” o “cohorte”, caemos en el riesgo de la reificación: considerar a todos los miembros de un grupo por igual, viéndolo como homogéneo, e ignorando las diferencias internas. En el caso de las generaciones, si bien ciertas referencias culturales se pueden considerar como parte de una “cultura generacional”, estas no serán compartidas por igual por todos los miembros de la cohorte (por ejemplo, no todos los “millennials” han leído Harry Potter). Pero este riesgo no es exclusivo del uso de generaciones como unidad de análisis, sino que se produce en cierta medida en cualquier análisis de un determinado grupo (el proletariado, las mujeres, los católicos…), siendo un sacrificio necesario y generalmente razonable a la hora de clasificar grupos.
Además, la taxonomía de las generaciones es eminentemente cultural, y responde en muchos casos a experiencias de ámbito nacional. La clasificación mostrada en la tabla 1 responde a los cambios socioeconómicos vividos en Europa y parte de América del Norte en el siglo XX. Es por lo tanto considerablemente etnocéntrica. Pero lo cierto es que a día de hoy resultaría difícil, si no imposible, realizar una clasificación de las cohortes verdaderamente universal y aplicable a todo el globo.
En conclusión, podemos decir que, en función de lo que observemos, sí encontraremos diferencias entre generaciones, pero sin que la generación sea siempre una variable determinante. Al comparar una cohorte con otra, es muy probable que encontremos diferencias más o menos grandes en función de qué variable estemos comparando. Sin embargo, la generación no lo explica todo por sí sola, y a la hora de usarla para analizar cualquier realidad social, debemos tenerla en cuenta junto con otras, tales como la clase social o el género. En definitiva: las generaciones sí existen, pero no les son atribuibles las cualidades mágicas que inferimos cuando les otorgamos el monopolio explicativo de las diferencias entre personas.
Por otra parte, independientemente de si las generaciones “existen” o no, cabe pensar que en tanto en cuanto representan categorías de clasificación, han podido generar dinámicas identificativas, resultando en una interiorización de los cortes. En este sentido, es posible que las etiquetas tengan efectos “realizativos”, de forma análoga al género, al pertenecer a la narrativa vital de los individuos. Para muestra, la reciente “guerra” entre “milénicos” y “zoomers” surgida en TikTok, en la cual se han tomado como referencia marcadores culturales milénicos (Harry Potter, los aguacates, el consumo de alcohol) para mofarse de dicha generación, cayendo en cierto edadismo. Puede que en unos años las referencias “zoomers” sean objeto de burla por parte de la generación “alfa”.
Imagen 2. Discusión entre “millennials” y “zoomers” en TikTok

Bibliografía
Abramson, P. R. (2014). Value Change over a Third of a Century: The Evidence for Generational Replacement. En C. Welzel & R. J. Dalton (Eds.), The civic culture transformed: From allegiant to assertive citizens. Cambridge University Press.
Ariès, P. (1975). L’enfant et la vie familiale sous l’Ancien régime (Édition abrégée). Seuil.
Díez Nicolás, J. (2020). 11. Valores y generaciones en España. En J. Díez Nicolás (Ed.), Los valores sociales y culturales: Cómo surgen, cómo se difunden y cómo cambian. Centro de Investigaciones Sociológicas.
Inglehart, R. (1977). The silent revolution: Changing values and political styles among Western publics. Princeton University Press.
Inglehart, R. (1991). El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas. Centro de Investigaciones Sociológicas: Siglo XXI de España.
Mannheim, K. ([1928] 1993). El problema de las generaciones. REIS: Revista española de investigaciones sociológicas, 62, 193-244.
Neundorf, A., & Niemi, R. G. (2014). Beyond political socialization: New approaches to age, period, cohort analysis. Electoral Studies, 33, 1-6. https://doi.org/10.1016/j.electstud.2013.06.012
Percheron, A. (1988). Classes d’âge en question. Revue française de science politique, 38(38), 107-124.
Politikon. (2017). El muro invisible: Las dificultades de ser joven en España. Debate.
Ryder, N. B. (1965). The Cohort as a Concept in the Study of Social Change. American Sociological Review, 30(6), 843-861. https://doi.org/10.2307/2090964
Sears, D. O. (1983). The persistence of early political predispositions: The roles of attitude object and life stage. Review of Personality and Social Psychology, 4, 79-116.
[1] “Uno es más hijo de su tiempo que de su padre”
[2] Para más información acerca de los efectos de generación y edad, véase Neundorf y Niemi (2014).