La Vía Intermedia: el mito de la caverna hoy.

Los pilares ideológicos, los marcos discursivos y los consensos adquiridos entre todos los europeos nos han servido para mantener con cierta paz y orden la sociedad occidental en los últimos 70 años. Nos han servido para, sin ningún margen de duda, alcanzar el máximo grado de desarrollo, progreso y bienestar de la historia de nuestra región. Pero todo lo bello en tiempos de incertidumbre se cuestiona. Y nuestro viejo mundo anda muy cuestionado. Bajo serio riesgo de ruptura a corto plazo y, por tanto, bajo serio riesgo de una revolución sin precedentes en la historia contemporánea. Por ello, en tiempos de incertidumbre y entre el exceso y el defecto, surge la Vía Intermedia.

Para los antiguos griegos la filosofía no sólo era un elaborado ejercicio abstracto, sino una gran habilidad que todos debían aprender y practicar para aprender a vivir y morir en armonía. Con los privilegios adquiridos de dominar la tierra y enriquecer imperios, el hombre ha perdido el amor por el conocimiento y, el epicentro del ser, que antes era el saber filosófico, ahora son Netflix y twittear desde el móvil. En la alegoría del mito de la caverna, Platón nos muestra la filosofía y la educación como terapias para el alma. El trágico final de aquel que pudo escapar de la cueva, conocer la verdad más allá de las proyecciones de la pared y revelarla ante sus semejantes, nos muestra la gran enseñanza de la alegoría: nunca enseñarás nada a nadie haciéndole sentir como un idiota. El mito, nos presenta la ignorancia como una realidad que se vuelve incomoda cuando empezamos a ser conscientes de su presencia. Teniendo el hombre una innata alergia para cambiar sus ideas, para muchas personas es preferible una vida cómoda en la penumbra y, eso, también debemos respetarlo.

Pero la maldición de aquel que logra escapar de la caverna es irremediable. Pues una vez hayas visto el sol y descubierto la verdad más allá de las sombras proyectadas en la pared de la cueva por nuestra cultura y los dueños de las antorchas, los medios de comunicación y las opiniones hegemónicas no podrán nunca más cegar tu voluntad. Te alejarás del dogmatismo militante y serás libre.

La prudencia aristotélica es esa vieja virtud, a veces traducida como ‘sabiduría práctica’, que se vincula a la idea de realizar las mejores elecciones en la vida diaria basándose en buscar el término medio. En la obra Ética a Nicómaco, Aristóteles nos muestra cómo la experiencia es un elemento fundamental para desarrollar mejores estrategias, para tomar mejores decisiones. Así, como sabemos, el ser humano aprende en base a sus equivocaciones. Por tanto, la experiencia de mano de la prudencia, nos acaba advirtiendo de los caminos erróneos por los que uno no debe transitar si quiere lograr el éxito. No es casual que todas las civilizaciones hayan tenido tanto respeto hacia nuestros mayores. De alguna manera, ellos reflejan con su experiencia lo que nosotros mismos seremos en un futuro.

Pero la prudencia, el término medio, no es más que el tercero en discordia en un triángulo amoroso y pasional que tuvo lugar en el Siglo XX. El capitalismo y el socialismo, como si se tratara de un partido de tenis donde la red que separa ambos campos era un telón de acero, rivalizaron durante décadas por la hegemonía política, social, económica y cultural de nuestra Europa. La ‘victoria’ del modelo capitalista a finales de los 80 y la instauración de la democracia liberal (dividida ahora entre la derecha conservadora y la izquierda socialdemócrata, es decir, la victoria del modelo estadounidense) no acabó con los conflictos. Pero en los 90 y después de 11 años largos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, Tony Blair se inventó aquello de La Tercera Vía, una plataforma diseñada para ofrecer una alternativa al capitalismo y al socialismo completo y absoluto. Una especie de vía intermedia con la que el partido Laborista consiguió mantenerse 13 años en el poder. Entonces llegó la crisis de 2008 y con ella, el inevitable comienzo del fin de la Unión Europea.

El proyecto europeo pasa ahora por su momento más crítico, con los nacionalismos resurgiendo en todos los países y volviendo a los europeos en euroescépticos. Gran Bretaña se ha ido y nos dicen que resistiremos, pero será difícil hacerlo cuando la generación que hizo posible la Unión va desapareciendo y la renovación de los tratados no encuentra defensores ni protagonistas capaces de reunir nuevos consensos. Es probable que estemos viviendo el desmembramiento de la institución política más importante de la historia reciente de la humanidad. No será hoy ni mañana, como cualquier proceso complejo, pero el proyecto europeo está en serio riesgo de desaparición.

La polarización exagerada que vivimos hoy en día, agravada sin duda por la pandemia y por la burbuja mediática que son las redes sociales y las televisiones, han creado un clima de tremenda tensión que no puede acabar de buena manera, como acabamos viendo en EEUU con los terribles sucesos del capitolio. Twitter y Facebook, lleno de catequistas modernos, policías de balcón, moralistas, expertos, politólogos y charlatanes no son la vida real. Pero son un reflejo muy cercano. El bajo nivel de la política, convertida hoy en un carrusel constante de ‘zascas’ y de debates políticos sobre cualquier nimiedad que no contribuyen en nada al progreso de la sociedad, es otra muestra más de la deriva que estamos tomando. Es mucha la gente que está descontenta y profundamente afectada de ver que, ni en medio de una pandemia mundial, somos capaces de unirnos y dejarnos de politiqueo barato electoralista.

Siendo abiertamente contrario a la retórica de estos nuevos tiempos me he permitido rescatar el viejo concepto de la prudencia aristotélica y el mito de la caverna para tomarlos como ejemplos. El acto de rebelión de quien abandona la caverna, de quien huye de la polarización y el dogmatismo, es individual y personal. No debe ser de otra manera. No es fácil abandonar ideas y sesgos tan arraigados en uno mismo, pero cuando tus certezas sobre cualquier cosa son firmes, seguramente estés contemplando sombras. Como decía Javier Krahe, prefiero caminar con una duda que con un mal axioma. Y con estas premisas, prefiero buscar una vía, por tortuosa que sea, para conseguir alcanzar mi propia verdad alejado de las retóricas de la caverna. Y esta vía, es la Vía Intermedia.

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