
El Frente Nacional francés, Interés Flamenco belga, El Movimiento 5 Estrellas italiano, Verdaderos Finlandeses finlandés, Alternativa para Alemania alemán o Partido Popular Danés, son algunos de los partidos euroescépticos que han experimentado un gran auge en los últimos años. Ante esta alarmante subida al poder de alguno de ellos, ¿peligra la concordia dentro de la Unión Europea?
El ejemplo británico pone de manifiesto que una ruptura es posible, además de ser dolorosa y dividir a sus propios ciudadanos. Este precedente, junto al auge de los partidos anteriormente mencionados, debe de encender los indicadores de alarma entre los líderes europeos.
Históricamente, las crisis ponen de manifiesto dos caminos con finales muy distintos: la unión y fortalecimiento o la división y enquistamiento de las relaciones. La pandemia, que no entiende de fronteras, no iba a ser diferente en esto.
En Europa, el punto de encuentro clave ha sido el mediático fondo de reconstrucción, aquel destinado a paliar los daños que la pandemia está causando dentro del viejo continente. Según las proyecciones actualizadas del FMI, publicadas el mes pasado, ahora esperamos que el PIB real en la Unión Europea se contraiga un 9,3% en 2020, no llegando a alcanzar los niveles pre-covid hasta 2022; por lo que el fondo cobraba mayor urgencia.
El impacto desigual de la enfermedad y las tensiones económicas entre los países del sur y los llamados frugales ahondan en las grietas de la Unión Europea. Los 27 no solo deben evitar ese acontecimiento sino que deben aplicar con urgencia un cemento que vuelva a aunar a todos los miembros a remar en una misma dirección. El problema, señalaba Jürgen Habermas, aparece cuando los sistemas políticos y económicos se comen lo que él llama «el terreno de la vida» ya que los subsistemas del mundo económico y político se mueven siguiendo su propia lógica de racionalidad funcional, basada en el mercado y el estado burocrático respectivamente. Por ende, se olvidan de su primer fin, mejorar la vida de los seres humanos, y no se plantean las consecuencias que puedan tener sobre «el mundo de la vida».

Habermas centra su atención en los retos que la globalización supone para la democracia a nivel del estado-nación. Un claro ejemplo puede ser la diferente incidencia que ha tenido el virus en nuestro continente. Su esperanza es la Unión Europea, puesto que la ve cómo ejemplo de institución en que los ciudadanos pueden superar los marcos del estado- nación. Considera necesaria la creación de una conciencia cosmopolita de solidaridad transnacional, de la que el proceso de integración europea es su máximo exponente.
Este proceso avanzaría con más éxito si se pudiesen aplicar en este ámbito los valores del patriotismo constitucional. Es decir, que cuando ocurra un conflicto o emergencia internacional se piense más en la identidad europea y menos en el interés nacional, y así llegar a soluciones más efectivas. Sin embargo, cada uno piensa en su cultura, nación e intereses. En este caso, los países frugales se encontraban, obstruyendo la consecución de bien común en la que radica la ciencia política y económica, además de deteriorar también el espíritu europeista.
Reproches como «Usa tácticas de la dictadura comunista», en boca del húngaro Viktor Orban, o «Se cree el Policía de Europa», pronunciado por su homólogo búlgaro contra el primer ministro holandés Mark Rutte, han provocado que el deterioro de unas relaciones, tan provechosas en un pasado, comience a ser una realidad. Una realidad que se presentaba como un valioso regalo a modo de argumentación para los euroescépticos.
Finalmente, el entendimiento llegó, y la pelota está ahora en el tejado de los gobiernos de las 27 naciones que conforman la Unión Europea, que a través de instrumentos como Next Generation EU, tienen el sazón de rotar la economía europea hacia la digitalización y la sostenibilidad y con ello, conseguir un modelo que plante cara a la grandes potencias de la economía mundial como Estados Unidos o China. Todo ello sin olvidar a nadie, teniendo presente ese patriotismo constitucional que aglutine esfuerzos y estrategias.
Europa tiene por delante una gran oportunidad para demostrar que no solo la Unión funciona de manera efectiva, sino que a través de la cooperación y la solidaridad que siempre le ha caracterizado es capaz de hacer frente a fantasmas de crisis, recesiones y cismas. Ya que, de no ser así, el esfuerzo presupuestario y de entendimiento sería en vano, reduciendo la credibilidad del proyecto ante los ciudadanos y el ímpetu reformista del Consejo Europeo.